En el Puerto de Piriápolis |
Aquel 23 de agosto de 2005 anochecía como otros días de cualquier invierno, aunque con muchos preparativos por la tan cercana Noche de la Nostalgia.
Ningún pronóstico meteorológico llamaba la atención; de hecho, no se cuantos uruguayos le prestarán atención alguna vez a los pronósticos, aunque desde entonces creo que todos tenemos una mirada diferente al respecto.
Dicen, que una empresa brasileña alertaba sobre la posibilidad de “algo”; pero claro, dicen que alertaba pero nadie lo dijo antes. Con los años nos hemos habituado a los alertas que según su importancia cambian de color: de verde a amarillo; de amarillo a naranja; de naranja a rojo.
Lo cierto es que aquel 23 de agosto, horas antes de la medianoche, de pronto el área costera del departamento de Maldonado se vio sumida en lo que se transformaría en una de las catástrofes más grandes que recuerde su historia.
Cada 23 de agosto -hace algunas semanas hizo 5 años de aquel hecho-, se recuerdan los daños, las pérdidas, lo que le costó a la Intendencia de Maldonado, al Estado, a todos los maldonadenses aquel verdadero desastre.
Recuerdo con pavor -y dolor- como con el paso del tiempo aquello tan duro que nos tocó vivir se politizó. En pocos meses, fundamentalmente el espectro político, dejó de lado todo para encarnizarse en una interminable discusión sobre los costos del fenómeno, y su incidencia en el déficit de la Intendencia de Maldonado… Satenil pasó a ser la palabra más pronunciada en muchos ámbitos y como por arte de magia “hizo desaparecer” cualquier herida, cualquier síntoma de dolor. Todo quedaba atrás mientras la infraestructura de las zonas afectadas comenzaba a recuperarse.
Lástima, todo eso me da lástima: porque para la memoria 5 vidas no valen nada; absolutamente nada.
LAS PERDIDAS MATERIALES
Una cantidad no cuantificada de viviendas y comercios con severos daños, decenas de yates, veleros y barcos de pesca destrozados o hundidos, cientos de árboles caídos, ramblas literalmente devastadas, rutas nacionales y calles cortadas por varias horas, 180 evacuados en todo el departamento y servicios esenciales interrumpidos casi por 24 horas, fueron algunas de las más graves consecuencias del violento temporal de viento que se abatió sobre Maldonado en las últimas horas del martes 23 de agosto de 2005 y las primeras del miércoles 24.
Según informaron autoridades meteorológicas de la estación Punta del Este, los vientos alcanzaron una intensidad de 180 kilómetros por hora, entre la hora 22.00 del martes y las 05.00 de la mañana del miércoles, fenómeno que no se registraba desde hacía 40 años.
Tengo miles de detalles de las pérdidas materiales, innumerables, millonarias; pero nadie nunca más recordó a las 3 personas que murieron aquella noche-madrugada de terror y las otras 2 que perecieron a los días siguientes por los efectos del fenómeno.
LAS PERDIDAS HUMANAS
Fueron 5 las vidas que se perdieron en el departamento de Maldonado a raíz del fenómeno, luego, analizado con tiempo, caratulado como un “ciclón extra tropical”.
La primera víctima fatal se produjo a la hora 3.00 del miércoles 24, cuando el viento aún golpeaba con ferocidad sobre toda la zona. En una zona de asentamientos de La Capuera, un pesado árbol cayó sobre la vivienda de José Bonilla de 53 años quien falleció en el acto.
En Pan de Azúcar un hombre de 60 años fue encontrado muerto en la calle sobre la madrugada del miércoles 24, electrocutado por un cable del alumbrado público que había caído.
En el balneario Playa Hermosa, a las 6.00 de la mañana del miércoles 24, fue encontrado muerto un hombre identificado como Luis Antonio Lasague. Se le diagnosticó paro cardiorrespiratorio por hipotermia.
El 26 de agosto, poco antes del mediodía, un hombre murió mientras trabajaba talando la copa de un árbol a la altura de la parada 27 de playa Mansa, entre las calles Cabritos y Cruz del Sur. José Suárez era uno de los varios cientos de trabajadores que por esos días fueron volcados a las calles, tanto por organismos oficiales como por empresas privadas para avanzar en el reordenamiento de las zonas más afectadas por el temporal de la madrugada del miércoles. Suárez estaba trepado a un árbol que amenazaba con caer encima de una finca, cortando grandes gajos de la copa, cuando en determinado momento una rama le dio un fuerte golpe que le provocó la caída y su posterior muerte.
La madrugada del domingo 28, dejó de existir una joven de solamente 19 años que al intentar ingresar a su casa en el barrio Maldonado Nuevo el viernes 26, resultó electrocutada por un cable de alta tensión que estaba en el suelo y no alcanzó a divisar. La joven, identificada como A.S.S.T., elevó a 5 el número de víctimas fatales.
De ellos, nunca nadie más habló. De ese déficit de sensibilidad y humanismo nadie más habló. Vivimos a un ritmo increíble, como si esto fuera la gran urbe, solo preocupados por nosotros mismos, y como si 5 vidas no valieran nada.
ريكاردو ألمادا
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