miércoles, 2 de julio de 2008

UN HECHO “RIAL”... AUNQUE PAREZCA MENTIRA

La glamorosa ciudad de Punta del Este, el principal balneario uruguayo, y tal vez de los más cotizados de la región, prepara los festejos por sus 101 años. Actividades variadas -aunque no tantas-, pretenden recordar y poner en el tapete esta verdadera fábrica de divisas, de rica historia.

Y como ocurre ya desde hace muchos años, las llaves de la ciudad serán entregadas a alguna personalidad relevante, a alguna figura conocida y reconocida que, a través de sus acciones, de sus actividades, de su vinculación con esta tierra, pueda ser en el extranjero una verdadera embajadora de Punta del Este.
Más allá de las diversas opiniones que siempre ha habido, no se puede negar que una Susana Giménez, por citar solo un caso, fue merecedora de semejante reconocimiento; y me dirán porqué ella y no otras u otros. Es sencillo -y aclaro que no es mi rubro televisivo-: hace muchísimos años sentó raíces con una finca propia en cercanías de Punta del Este; y guste o no, mantiene en el aire un programa livianito, cargado de nada pero visto. Pero lo más importante, es que ella por si sola, es promoción; a donde va en el mundo, decenas de periodistas de espectáculos y chimentos, fotógrafos y camarógrafos, la siguen; para saber que hace, con quien está, cual es su nueva pareja. Es generadora de marketing, de prensa, y en sus programas, con natural desparpajo puede tomarse el tiempo que quiera para hablar de lo que sea, incluyendo Punta del Este, aunque lo haga leyendo un planillero guionado.
Lo mismo la señora Legrand -tampoco de mi gusto-, quien también suele pasar desde hace mucho tiempo en la zona de Punta del Este junto a toda su familia; a pesar de almorzar opíparamente cada día con grandes figuras de todos los ámbitos, mientras miles en su país están en la más profunda miseria. O un Marcelo Tinelli; a pesar de esos actos casi brutales de meterse a la boca tres o cuatro alfajores al mismo tiempo y hablar mientras los deglute. O el propio, polémico, discutido y a veces insoportable Roberto Giordano, que también está construyendo un imperio en Pueblo Edén, cuando debería hacer un curso intensivo de gramática para aprender a hilvanar con sentido cuatro palabras seguidas. O Pancho Dotto, afincado por esta zona desde hace mucho, pero mucho tiempo, fabricando modelos a partir de jovencitas alucinadas con la fantasía del éxito.
La lista puede ser larga y variada y se podrá estar de acuerdo o no con lo que hacen, con lo que dicen, con lo que se ponen; pero todos los nombrados, son vistos, son seguidos por la prensa, son íconos por definirlos más claramente. Y algo muy importante para mí: hacen su vida y no se meten en la de los demás, mucho menos con desprecio, ironía y hasta con alevosía.
Pero, ¿y Jorge Rial?, ¿quién es Jorge Rial?. No voy a entrar en detalles de su vida como él entra en la de todo el mundo, porque precisamente de eso vive, y él lo reconoce. No me ocuparé de averiguar eso, como tampoco me dejaré engañar con su aclaración de que, lo que hace en Intrusos es un personaje.
No me voy a detener a analizar si lo que hace es un personaje que forma parte del gran show de la “tele” argentina y luego, en su casa, en la calle, es otra cosa. No debo hacerlo, porque entiendo que es el mismo Rial que encandiló a los organizadores de la entrega de las llaves de Punta del Este, en sus 101 años, y dice sentirse honrado y emocionado. Claro, en su país, ¿alguien puede entregarle las llaves de una ciudad?. Es imposible. 
Porque es obvio que no es reconocido hoy por lo que es en esa otra supuesta vida personal; lo reconocen por lo atrapante que son sus enredos, sus líos inducidos, sus presiones para que digan lo que él quiere que digan, por el dinero que paga su producción a quien genere el mayor rating; por ese por momentos casi pornográfico espacio tan visto de lunes a viernes en ambas márgenes del Plata.
Seguramente pocos han pensado el dolor que puede haber provocado en infinidad de familias tocadas en algún momento directa o indirectamente con sus “revelaciones” exclusivas, apuntaladas desde una revista que poca diferencia tiene -al menos casi siempre en su tapa- con afamadas revistas pornográficas.
¿Alguien puede creer que ese personaje algún día le dedicará dos minutos a Punta del Este, si entre manos tiene al mismo tiempo un problema de polleras o la versión de una niña tonta que grita ser virgen hasta que la consagran en estrella?.
No es una cuestión ni de educación, ni de cultura, ni de elección. Tiene que ver con la esencia misma del homenaje que, debería estar reservado para otra gente; o dicho de otro modo, para gente que hace otra cosa. 
Sí para otra gente. Rial ni siquiera arrastra prensa, nunca. Porque no sale a ninguna parte, y eso el también lo afirma. Y dudo que no lo haga porque no le guste; más bien se me ocurre pensar que de tanto pegar muchas veces injustamente, sienta el temor que puede tener cualquiera, a que alguien tan guapo como él le pida una rendición de cuentas cara a cara.
¿Rial es mala persona?, no podría afirmarlo de ninguna manera, aunque si me dedicara al perfil informativo de el y sus compinches de ese apestoso enlatado que miles de uruguayos comen cada día llamado Intrusos, tal vez pudiera saber la verdad.
A ver... tomemos un ejemplo... ¿usted le da la llave de su casa a cualquiera, o es un derecho que se reserva para sus más íntimos, para sus verdaderos amigos, para aquellos que cada segundo le están dando para adelante y están junto a usted?. Solo piénselo.
Pues que yo sepa, Jorge Rial no hace demasiado tiempo que frecuenta Punta del Este, aunque ahora le quieren inventar hasta una grandiosa propiedad que tendría desde hace no se sabe cuanto; y el habla de Peñarol, de Solanas, de tal o cual restaurante de “punta”; nada de eso le da credenciales para sentirse más uruguayo que los uruguayos; cualquiera que suele ir con relativa frecuencia a alguna parte, aprende rápidamente lo más destacado de ella.
Lo que sí es cierto, es que en los últimos años, ha sido “invitado a venir” a varios eventos, porque en esos eventos hay “mercancía” interesante para su enlatado, por más que el no aparezca, pues manda a jóvenes preguntadores de disparates, en base a las líneas que el tira, obviamente.
Claro que, a la pasada, en Punta del Este juega al gran periodista, al turista. En realidad aprovecha las invitaciones, pasa unos días nada menos que en Punta del Este, junta basura para su tarro de residuos y encima, seguramente no paga nada.
A él van las llaves de Punta del Este, porque dicen que otras figuras relevantes que mucha promoción gratuita le pueden brindar al balneario, por distintas razones no aceptaron. Yo no lo creo, más bien creo que ni siquiera se hizo el esfuerzo, porque fíjense que con la tecnología de estos tiempos, hasta se podría hacer la entrega en el exterior mediante una video conferencia; ¿o es que sale caro y lleva tiempo enviar una delegación de los organizadores a ciudades de la región?. Por ejemplo a Buenos Aires.
Jorge Rial hasta declaró alguna vez que la ética en televisión no existe. Hasta donde puedo razonar, la misma ética que se practica en el hogar, debería practicarse con los vecinos.
¿Promoción para Punta del Este?. Olvídenlo, si apenas ha mencionado el reconocimiento del que será objeto un par de veces y solo algunos segundos. Está demasiado preocupado con las novias de la Tota Santillán, con los novios o amigovios de aquella o la otra; del embarazo de Wanda Nara, luego de haberle dado con el caño por un incidente que hubo en su casamiento; del problema de los Martín Fierro que, parece son demasiado truchos.
Claro, ya no habla mal de Gran Hermano como habló años atrás, porque ese otro lamentable enlatado le dio trabajo, y consecuentemente dinero. Allí demostró lo que el mismo dijo no practicar: la ética en televisión no existe. ¿Tendrá realmente ética en otros órdenes de la vida?. No tengo ni idea, solo se que él recibirá las llaves de la entrañable Punta del Este y está contento. Como está contento cada vez que le siguen la corriente. Porque se está con él, o se es la peor de las personas, y en esto solo me remito a innumerables y peyorativos comentarios que ha realizado, cada vez que alguien le niega “una nota”.