El senador José Mujica, hoy Presidente de la República , no tuvo empacho -fiel a su estilo sencillo, claro y honesto- cuando el año pasado visitó Punta del Este, se reunió con operadores y visitó el Hotel Conrad, en reconocer que “el turismo”, ineludiblemente es uno de los sectores generadores de más divisas para el país.
Eso es reconocer una realidad que por la razón que sea, Mujica no conocía o no atendía, por aquel concepto que lo llevó a pronunciar hace más de 6 años una frase célebre: “los argentinos vienen a lagartear”.
Ese hombre, aquel senador, hoy es el primer mandatario del Uruguay, ese Uruguay que increíblemente tiene como principal titular en todos los medios, todos los días, la problemática carcelaria.
¿Debiera ser ese el título principal?, sin dudas no. Lo que está pasando es fiel reflejo de una realidad real, cruda, tangible, dolorosa. Y no pasa por caer en la frasecilla “tan” de políticos, de que esto se arrastra de hace tanto o cuanto tiempo. Es momento que el Estado, que somos todos, definitivamente busque soluciones, para que compatriotas -cuyas acciones no compartimos, porque han matado, han violado, han herido y han destrozado familias-, no mueran quemados en una cárcel, pero tampoco pasen años y años cultivando el ocio sin posibilidad alguna de recuperarse y volver a la calle con chances de ser gente de bien.
Por estos días, la sociedad maldonadense toda, está enfrascada en una gran discusión, luego que se afirmara la intención del Poder Ejecutivo, de transformar la cárcel de Las Rosas, en un establecimiento de reclusión regional, es decir, con una capacidad mucho más amplia que la actual; y no importa si van a trasladar reclusos de aquí o de allá. Al fin de cuentas, mientras haya lugar, los traerán de todas partes.
Por estos días, también algunos actores políticos, de todos los partidos, hacen su zafra, politizando el problema, obviamente, porque ese es “su palo”. Algunos esgrimiendo razones en un sentido o en otro, coherentes, tendientes a aportar ideas; otras no tanto, simplemente emitiendo opiniones políticas para no quedad fuera del tapete… faltaba más.
La realidad por múltiples razones, indica que aquello que manifestó el hoy Presidente de la República (las divisas del turismo) contrasta duramente con el hoy pretendido intento de regionalizar la cárcel de Las Rosas. Pareciera lisa y llanamente una incoherencia, que nada tiene que ver con la Emergencia Carcelaria , ni con el cuidado de los sectores más productivos del país.
Imaginémonos la instalación de una fábrica de autos en el corazón del área agropecuaria más importante del país; o el florecimiento de curtiembres a orillas de la Laguna del Sauce o Rincón del Bonete. Parecen tontas estas comparaciones, pero sirven para ver con la lupa los daños que pueden provocar algunas decisiones. Valoro aquellos que entienden y deciden en función de lo que es la sustentabilidad.
¿Es el área circundante a Punta del Este el lugar ideal para erigir una cárcel de grandes dimensiones?. Pareciera que no, porque el principal polo turístico del país está rodeado por miles de hectáreas donde florecen los emprendimientos agropecuarios, las chacras marítimas, las grandes residencias de campo para el descanso.
¿Y que hay de aquellos inversores que se pretenden atraer?. Seguramente todo se desvalorice rápidamente en el entorno de un establecimiento de reclusión que podrá tener 1.000, 2.000 o más reclusos, porque ese es otro detalle: nadie sabe cual será el límite.
Tonta parece alguna pregunta que ha surgido por ahí, respecto a si alguien que va de paseo a alguna parte del mundo, pregunta si hay una cárcel. La verdad, nadie lo hace, obviamente, como nadie que venga a Punta del Este por una semana o dos semanas lo va a hacer
El punto está en aquellos que tienen el potencial económico como para invertir en la zona, o en cualquier zona.
Esto no es Brasil o Estados Unidos. Esto es Uruguay, y todo es más pequeño, más cercano; las distancias son cortas. El estallido de un problema en una mega cárcel ubicada a 10 minutos del principal balneario uruguayo, va a repercutir en el principal balneario uruguayo, porque se hablará del problema en la cárcel de Punta del Este. Pero peor aún, repercutirá -y negativamente- en uno de los principales motores de la economía uruguaya: el turismo, ese turismo que “alucinó” al hoy presidente cuando era Senador de la República.
Alguien dirá, “pero nadie quiere tener una cárcel en el fondo de su casa”, y es una realidad, nadie desea eso. Pero la discusión no pasa por si a los maldonadenses les gusta o no una cárcel, la discusión debe pasar por elegir un lugar adecuado, sea donde sea, para que el proyecto de normalización del sistema carcelario uruguayo, sea sustentable en el tiempo y no solo un parche.
¿Por qué no una cárcel modelo, amplia, actualizada, al norte de la ciudad de San Carlos, sobre Ruta 39?. ¿Porqué no una cárcel al noroeste, sobre la Ruta 60?.
¿No será que la empresa adjudicataria de la licitación directa, por excepción, para llevar adelante la ampliación de Las Rosas, hizo alguna oferta tentadora para seguir ampliando las obras?.
Es curioso, o llamativo al menos, que justo a 10 kilómetros de Punta del Este se decida construir una cárcel regional, mega cárcel o como se le quiera llamar, cuando en realidad la adjudicación de las actuales obras de ampliación, apuntaron a descomprimir la situación de una cárcel que llegó al límite, al extremo que se produjeran hechos de tanta gravedad como la muerte de dos reclusos.
O ya todos olvidamos que hace una treintena de años Las Rosas fue construida para no más de 150 reclusos y llegó a un pico que rondó los 500 hace dos años.
Se proyecta una cárcel regional, pero quienes la proyectan, en tanto, no reparan en la situación actual de esa pocilga: deterioro, riesgo de incendio, riesgo de fugas, estado sanitario deplorable, hacinamiento absoluto, precaria asistencia sanitaria.
Parece una locura, pero todo indica que para un gran balneario se quiere construir una gran cárcel, como si no hubiese en toda la región un lugar más adecuado. Así seguiremos emparchando, bien a la uruguaya, atándola con alambres.
Pan para hoy hambre para mañana.